En la antigüedad, cuando el bronce era el metal más complejo sobre la Tierra, era común encontrar, cerca de los yacimientos expuestos de cobre o de estaño, una piedra rojiza que en ocasiones era oscura y misteriosa, pero en otras era traslúcida y bella. Aquellas piedras son los granates.
Desde tiempos remotos los granates están asociados con la fortaleza, el carácter y la determinación. Esto quizá se deba a su dureza, que en la escala Mohs puede llegar hasta el 8, es decir, tan duro como un topacio. Por ello los granates suelen ser objetos que nos ayudan a mantenernos firmes, a mantener nuestra convicciones y a darnos ese empujoncito que en ocasiones necesitamos.
Los granates son sílices, un primo lejano de los cuarzos, se podría decir, por ello naturalmente forman geometrismos, patrones de gran belleza, una apariencia traslúcida y cualidades de refracción. Todo esto hace de cada granate, una pieza única.